sábado, noviembre 08, 2008

¿Quiénes son parte de la gran multitud de Apocalipsis 7?

¿Quiénes son parte de la gran multitud de Apocalipsis 7?

Y una descripción de la quinta y sexta plaga.

 

 

Daniel E. Bernhardt

Todos los énfasis son míos.

 

 

1.)     La gran multitud:

Encontramos una descripción de la gran multitud en los siguientes versículos:

Apoc. 6:12-17 Miré cuando abrió el sexto sello,  y he aquí hubo un gran terremoto;  y el sol se puso negro como tela de cilicio,  y la luna se volvió toda como sangre; y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra,  como la higuera deja caer sus higos cuando es sacudida por un fuerte viento. Y el cielo se desvaneció como un pergamino que se enrolla;  y todo monte y toda isla se removió de su lugar. Y los reyes de la tierra,  y los grandes,  los ricos,  los capitanes,  los poderosos,  y todo siervo y todo libre,  se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros,  y escondednos del rostro de aquel que está sentado sobre el trono,  y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira ha llegado;  ¿y quién podrá sostenerse en pie?

Apoc. 7:1-17  Después de esto vi a cuatro ángeles en pie sobre los cuatro ángulos de la tierra,  que detenían los cuatro vientos de la tierra,  para que no soplase viento alguno sobre la tierra,  ni sobre el mar,  ni sobre ningún árbol. Vi también a otro ángel que subía de donde sale el sol,  y tenía el sello del Dios vivo;  y clamó a gran voz a los cuatro ángeles,  a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar, diciendo: No hagáis daño a la tierra,  ni al mar,  ni a los árboles,  hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios. Y oí el número de los sellados:  ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel. De la tribu de Judá,  doce mil sellados.  De la tribu de Rubén,  doce mil sellados.  De la tribu de Gad,  doce mil sellados. De la tribu de Aser,  doce mil sellados.  De la tribu de Neftalí,  doce mil sellados.  De la tribu de Manasés,  doce mil sellados. De la tribu de Simeón,  doce mil sellados.  De la tribu de Leví,  doce mil sellados.  De la tribu de Isacar,  doce mil sellados. De la tribu de Zabulón,  doce mil sellados.  De la tribu de José,  doce mil sellados.  De la tribu de Benjamín,  doce mil sellados. Después de esto miré,  y he aquí una gran multitud,  la cual nadie podía contar,  de todas naciones y tribus y pueblos y lenguas,  que estaban delante del trono y en la presencia del Cordero,  vestidos de ropas blancas,  y con palmas en las manos; y clamaban a gran voz,  diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono,  y al Cordero. Y todos los ángeles estaban en pie alrededor del trono,  y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes;  y se postraron sobre sus rostros delante del trono,  y adoraron a Dios, diciendo: Amén.  La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza,  sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos.  Amén. Entonces uno de los ancianos habló,  diciéndome: Estos que están vestidos de ropas blancas,  ¿quiénes son,  y de dónde han venido? Yo le dije: Señor,  tú lo sabes.  Y él me dijo: Estos son los que han salido de la gran tribulación,  y han lavado sus ropas,  y las han emblanquecido en la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios,  y le sirven día y noche en su templo;  y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed,  y el sol no caerá más sobre ellos,  ni calor alguno; porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará,  y los guiará a fuentes de aguas de vida;  y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.

 

Luego de que la pregunta es hecha, una respuesta es dad. ¿Quienes podrán sostenerse en pie ante su venida? Quienes son aquellos que podrán estar en pie? Y Juan recibe la respuesta a esta pregunta. El ve a dos grupos de personas que son aquellos que podrán estar en pie en la segunda venida de Cristo. ¿Quiénes son ellos?

Al principio, el primer grupo es presentado, los 144.000, quien a ese momento aun no han sido sellados. La referencia a este grupo se encuentra en Apocalipsis 7:1-8. El segundo grupo que podrá sostenerse en pie en la segunda venida es la gran multitud, que es descripta en Apocalipsis 7:9-17. ¿Quién es este grupo? ¿Qué tipo de personas, o por quienes este grupo está compuesto? ¿Quiénes son ellos?

 

Antes que nada, recordemos algunos versículos referentes a la resurrección.

1 Tesal. 4:15-17  Por lo cual os decimos esto en palabra del Señor: que nosotros que vivimos,  que habremos quedado hasta la venida del Señor,  no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con voz de mando,  con voz de arcángel,  y con trompeta de Dios,  descenderá del cielo;  y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos,  los que hayamos quedado,  seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire,  y así estaremos siempre con el Señor.

1 Cor. 15:51-53 He aquí,  os digo un misterio: No todos dormiremos;  pero todos seremos transformados, en un momento,  en un abrir y cerrar de ojos,  a la final trompeta;  porque se tocará la trompeta,  y los muertos serán resucitados incorruptibles,  y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción,  y esto mortal se vista de inmortalidad.

 

El orden en estos versículos está claramente establecido. El Señor descenderá del cielo, con voz de trompeta, y los muertos en Cristo resucitaran primero, luego aquellos que hayamos quedado ascenderemos juntos para recibir al Señor en el aire.

 

Pero, ¿qué acerca de estos versículos?

Apoc. 1:7  He aquí que viene con las nubes,  y todo ojo le verá,  y los que le traspasaron;  y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él.  Sí, amén.

Mateo 26:63-64  Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente,  que nos digas si eres tú el Cristo,  el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho;  y además os digo,  que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder de Dios,  y viniendo en las nubes del cielo.

 

¿Cuando estas personas serán resucitadas? Lo verán venir en las nubes de los cielos. Lo verán a el en el proceso de su venida. ¿Es este grupo resucitado con el grupo de santos mencionados en 1 Corintios y 1 Tesalonicenses recientemente mencionado? No creo, porque el versículo dice que verán Hijo del Hombre viniendo en las nubes. Veran el proceso de su venida. Veran su venir. Entiendo que ellos serán resucitados antes, para poderlo ver “viniendo”. Esta resurrección está reflejada en este versículo:

Daniel 12:1-3 En aquel tiempo se levantará Miguel,  el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu pueblo;  y será tiempo de angustia,  cual nunca fue desde que hubo gente hasta entonces;  pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo,  todos los que se hallen escritos en el libro. Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados,  unos para vida eterna,  y otros para vergüenza y confusión perpetua. Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento;  y los que enseñan la justicia a la multitud,  como las estrellas a perpetua eternidad.

Aquí una resurrección es mencionada. Dice “muchos de los que duermen”. De esos muchos, unos o algunos serán despertados para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión eterna. Muchos serán resucitados. En esta resurrección dos grupos de personas son resucitadas. Algunos para vida eterna, otros para confusión perpetua. Aquellos que son resucitados para vergüenza eterna entiendo que son aquellos que le traspasaron. Ellos son resucitados para verlo venir. Pero con ellos, también un grupo de santos es resucitado. ¿Quiénes son ellos?

 

Quisiera prestarle atención a la siguiente cita de EGW que ella escribió respecto de su entendimiento del mencionado versículo de Daniel.

“Los sepulcros se abren y "muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua." (Daniel 12: 2.) Todos los que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel, salen glorificados de la tumba, para oír el pacto de paz que Dios hace con los que guardaron su ley. "Los que le traspasa ron" (Apocalipsis 1: 7), los que se mofaron y se rieron de la agonía de Cristo y los enemigos más acérrimos de su verdad y de su pueblo, son resucitados para mirarle en su gloria y para ver el honor con que serán recompensados los fieles y obedientes.” Conflicto de los siglos, pág. 695.

 

Ella identifica a las personas mencionadas en Daniel como aquellos que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel y aquellos que lo traspasaron!! Todos aquellos que murieron desde la predicación del primer, segundo pero principalmente del mensaje del tercer ángel, hasta el último hijo de Dios que muere justo antes del fin del tiempo de gracia, todos ellos serán resucitados, junto con aquellos que le traspasaron, y los más violentos oponentes de su verdad y su pueblo. Aquellos que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel son aquellos que podrán estar en pie durante su segunda venida!! Ellos murieron en la fe.

Ahora entendemos un poco mejor la siguiente bendición:

Apoc. 14:9-13 Y el tercer ángel los siguió,  diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen,  y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios,  que ha sido vaciado puro en el cáliz de su ira;  y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y del Cordero; y el humo de su tormento sube por los siglos de los siglos.  Y no tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen,  ni nadie que reciba la marca de su nombre. Aquí está la paciencia de los santos,  los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Oí una voz que desde el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí,  dice el Espíritu,  descansarán de sus trabajos,  porque sus obras con ellos siguen.

 

De esta gente se dice lo siguiente:

Isaías 58:12-14 Y los tuyos edificarán las ruinas antiguas;  los cimientos de generación y generación levantarás,  y serás llamado reparador de portillos,  restaurador de calzadas para habitar. Si retrajeres del día de reposo tu pie,  de hacer tu voluntad en mi día santo,  y lo llamares delicia,  santo,  glorioso de Jehová;  y lo venerares,  no andando en tus propios caminos,  ni buscando tu voluntad,  ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová;  y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra,  y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre;  porque la boca de Jehová lo ha hablado.

 

De acuerdo con lo que hemos visto hasta ahora, hay cuatro grupos o tipos de personas justo antes de la venida de Jesús:

Aquellos que están vivos o los “sobrevivientes”:

a.)     Los 144.000

b.)     Los impíos, todos aquellos que han sobrevivido a las distintas plagas y sus nombres no están escritos en el libro de la vida (Apoc. 13:8)

Aquellos que resucitaron de acuerdo a Daniel 12:1-2

c.)     Los que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel pero que fueron resucitados.

d.)     Aquellos que le traspasaron, y los mas violentos opositores de la verdad y su pueblo.

 

¿Y quienes podrán sostenerse en pie? Apocalipsis 7 presenta a los 144.000 y a la gran multitud como aquellos que estarán en pie en la segunda venida. Entiendo que estos dos grupos son los presentados como a.) y c.) en el párrafo anterior.

 

¿Cuando este evento habrá de ocurrir? ¿Cuándo ocurrirá esta resurrección especial? A fin de encontrar la respuesta, revisaremos algunas características de la quinta y sexta plaga. Estas se mencionan aquí:

Apoc. 16:10-16 El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia;  y su reino se cubrió de tinieblas,  y mordían de dolor sus lenguas, y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras,  y no se arrepintieron de sus obras. El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Eufrates;  y el agua de éste se secó,  para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente. Y vi salir de la boca del dragón,  y de la boca de la bestia,  y de la boca del falso profeta,  tres espíritus inmundos a manera de ranas; pues son espíritus de demonios,  que hacen señales,  y van a los reyes de la tierra en todo el mundo,  para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso. He aquí,  yo vengo como ladrón.  Bienaventurado el que vela,  y guarda sus ropas,  para que no ande desnudo,  y vean su vergüenza. Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.

 

Prestemos atención al orden de los eventos:

a.)     El reino de la bestia se cubrió de tinieblas.

b.)     Secamiento del agua del rio Eufrates.

 

No vamos a repasar esto ahora, pero estos eventos están relacionados con la caída de Babilonia. Debemos conocer en que manera y tiempo este evento ocurrió en el pasado a fin de conocer como ira a suceder en el futuro. Necesitamos conocer y entender el tipo, para poder conocer y entender el antitipo.

 

 

2.)     Conociendo el tipo, o la caída de Babilonia:

Profecías concernientes a la caída de Babilonia. Leer Jeremías cap. 50 y 51.

Jeremías 50:1-3  Palabra que habló Jehová contra Babilonia,   contra la tierra de los caldeos,  por medio del profeta Jeremías. Anunciad en las naciones,  y haced saber;  levantad también bandera,  publicad,  y no encubráis;  decid:  Tomada es Babilonia,  Bel es confundido,  deshecho es Merodac;  destruidas son sus esculturas,  quebrados son sus ídolos. Porque subió contra ella una nación del norte,  la cual pondrá su tierra en asolamiento,  y no habrá ni hombre ni animal que en ella more;  huyeron,  y se fueron.

Jeremías 51:12-13 Levantad bandera sobre los muros de Babilonia,  reforzad la guardia,  poned centinelas,  disponed celadas;  porque deliberó Jehová,  y aun pondrá en efecto lo que ha dicho contra los moradores de Babilonia. Tú,  la que moras entre muchas aguas,  rica en tesoros,  ha venido tu fin,  la medida de tu codicia.

Jeremías 51:27-28 Alzad bandera en la tierra,  tocad trompeta en las naciones,  preparad pueblos contra ella;  juntad contra ella los reinos de Ararat,  de Mini y de Askenaz;  señalad contra ella capitán,  haced subir caballos como langostas erizadas. Preparad contra ella naciones;  los reyes de Media,  sus capitanes y todos sus príncipes,  y todo territorio de su dominio.

Isaías 21:2  Visión dura me ha sido mostrada.  El prevaricador prevarica,  y el destructor destruye.  Sube,  oh Elam;  sitia,  oh Media.  Todo su gemido hice cesar.

Jeremías 51:36  Por tanto,  así ha dicho Jehová: He aquí que yo juzgo tu causa y haré tu venganza;  y secaré su mar,  y haré que su corriente quede seca.

Jeremías 51:39  En medio de su calor les pondré banquetes,  y haré que se embriaguen,  para que se alegren,  y duerman eterno sueño y no despierten,  dice Jehová.

Jeremías 51:45-46  Salid de en medio de ella,  pueblo mío,  y salvad cada uno su vida del ardor de la ira de Jehová. Y no desmaye vuestro corazón,  ni temáis a causa del rumor que se oirá por la tierra;  en un año vendrá el rumor,  y después en otro año rumor,  y habrá violencia en la tierra,  dominador contra dominador.

Jeremías 51:57 Y embriagaré a sus príncipes y a sus sabios,  a sus capitanes,  a sus nobles y a sus fuertes;  y dormirán sueño eterno y no despertarán,  dice el Rey,  cuyo nombre es Jehová de los ejércitos.

Isaías 45:1-4  Así dice Jehová a su ungido,  a Ciro,  al cual tomé yo por su mano derecha,  para sujetar naciones delante de él y desatar lomos de reyes;  para abrir delante de él puertas,  y las puertas no se cerrarán: Yo iré delante de ti,  y enderezaré los lugares torcidos;  quebrantaré puertas de bronce,  y cerrojos de hierro haré pedazos; y te daré los tesoros escondidos,  y los secretos muy guardados,  para que sepas que yo soy Jehová,  el Dios de Israel,  que te pongo nombre. Por amor de mi siervo Jacob,  y de Israel mi escogido,  te llamé por tu nombre;  te puse sobrenombre,  aunque no me conociste.

Isaías 47:11 Vendrá,  pues,  sobre ti mal,  cuyo nacimiento no sabrás;  caerá sobre ti quebrantamiento,  el cual no podrás remediar;  y destrucción que no sepas vendrá de repente sobre ti.

 

Recuento histórico del evento:

a.) “Cuando Cyro, caminando hacia Babilonia, estuvo cerca del Gyndes (río que tiene sus fuentes en las montañas Matienas, y corriendo después por las Darneas, va a entrar en el Tigris, otro río que pasando por la ciudad de Opis desagua en el mar Erithreo), trató de pasar aquel río, lo cual no puede hacerse sino con barcas. Entretanto, uno de los caballos sagrados y blancos que tenía, saltando con brío al agua, quiso salir a la otra parte; pero su mergido entre los remolinos, lo arrebató la corriente. Irritado Cyro contra la insolencia del río, le amenazó con dejarle tan pobre y desvalido, que hasta las mujeres pudiesen atravesarlo, sin que les llegase el agua a las rodillas. Después de esta amenaza, difiriendo la expedición contra Babilonia, dividió su ejército en dos partes, y en cada una de las orillas del Gyndes señaló con unos cordeles ciento ochenta acequias, todas ellas dirigidas de varias maneras; ordenó después que su ejército las abriese; y como era tanta la muchedumbre de trabajadores, llevó a cabo la empresa, pero no tan pronto que no empleasen sus tropas en ella todo aquel verano. Después que Cyro hubo castigado al río Gyndes desangrándole en trescientos sesenta canales, esperó que volviese la primavera, y se puso en camino con su ejército para Babilonia. Los Babilonios, armados, lo estaban aguardando en el campo, y luego que llegó cerca de la ciudad le presentaron la batalla, en la cual quedando vencidos se encerraron dentro de la plaza. Instruidos del carácter turbulento de Cyro, pues le habían visto acometer igualmente a todas las naciones, cuidaron de tener abastecida la ciudad de víveres para muchos años, de suerte que por entonces ningún cuidado les daba el sitio. Al contrario, Cyro, viendo que el tiempo corría sin adelantar cosa alguna, estaba perplejo, y no sabia qué partido tomar. En medio de su apuro, ya fuese que alguno se lo aconsejase, o que él mismo lo discurriese, tomó esta resolución. Dividiendo sus tropas, formó las unas cerca del río en la parte por donde entra en la ciudad, y las otras en la parte opuesta, dándoles orden de que luego que viesen disminuirse la corriente en términos de permitir el paso, entrasen por el río en la ciudad. Después de estas disposiciones, se marchó con la gente menos útil de su ejército a la famosa laguna, y en ella hizo con el río lo mismo que había hecho la reina Nitocris. Abrió una acequia o introdujo por ella el agua en la laguna, que a la sazón estaba convertida en un pantano, logrando de este modo desviar la corriente del río y hacer vadeable la madre. Cuando los Persas, apostados a las orillas del Eufrates, le vieron menguado de manera que el agua no les llegaba más que a la mitad del muslo, se fueron entrando por él en Babilonia. Si en aquella ocasión los Babilonios hubiesen presentido lo que Cyro iba a practicar o no hubiesen estado nimiamente confiados de que los Persas no podrían entrar en la ciudad, hubieran acabado malamente con ellos. Porque sólo con cerrar todas las puertas que miran al río, y subirse sobre las cercas que corren por sus márgenes, los hubieran podido coger como a los peces en la nasa. Pero entonces fueron sorprendidos por los Persas; y según dicen los habitantes de aquella ciudad, estaban ya prisioneros los que moraban en los extremos de ella, y los que vivían en el centro ignoraban absolutamente lo que pasaba, con motivo de la gran extensión del pueblo, y porque siendo además un día de fiesta, se hallaban bailando y divirtiendo en sus convites y festines, en los cuales continuaron hasta que del todo se vieron en poder del enemigo. De este modo fue tomada Babilonia la primera vez.” Historias de Herodoto, tomo 1.

 

b.) Leer Daniel capitulo 5.

 

c.) When at last it was rumored that the Persian king had quitted Ecbatana (B.C. 539) and commenced his march to the south-west, Nabonadius received the tidings with indifference. His defences were completed: his city was amply provisioned; if the enemy should defeat him in the open field, he might retire behind his walls, and laugh to scorn all attempts to reduce his capital either by blockade or storm. It does not appear to have occurred to him that it was possible to protect his territory. With a broad, deep, and rapid river directly interposed between him and his foe, with a network of canals spread far and wide over his country, with an almost inexhaustible supply of human labor at his command for the construction of such dikes, walls, or cuttings as he should deem advisable, Nabonadius might, one would have thought, have aspired to save his land from invasion, or have disputed inch by inch his enemy's advance towards the capital. But such considerations have seldom had much force with Orientals, whose notions of war and strategy are even now of the rudest and most primitive description. To measure one's strength as quickly as possible with that of one's foe, to fight one great pitched battle in order to decide the question of superiority in the field, and then, if defeated, either to surrender or to retire behind walls, has been the ordinary conception of a commander's duties in the East from the time of the Ramesside kings to our own day. No special blame therefore attaches to Nabonadius for his neglect. He followed the traditional policy of Oriental monarchs in the course which he took. And his subjects had less reason to complain of his resolution than most others, since the many strongholds in Babylonia must have afforded them a ready refuge, and the great fortified district within which Babylon itself stood must have been capable of accommodating with ease the whole native population of the country.

If we may trust Herodotus, the invader, having made all his preparations and commenced his march, came to a sudden pause midway between Ecbatana and Babylon. One of the sacred white horses, which drew the chariot of Ormazd, had been drowned in crossing a river; and Cyrus had thereupon desisted from his march, and, declaring that he would revenge himself on the insolent stream, had set his soldiers to disperse its waters into 360 channels. This work employed him during the whole summer and autumn; nor was it till another spring had come that he resumed his expedition. To the Babylonians such a pause must have appeared like irresolution. They must have suspected that the invader had changed his mind and would not venture across the Tigris. If the particulars of the story reached them, they probably laughed at the monarch who vented his rage on inanimate nature, while he let his enemies escape scot free.

Cyrus, however, had a motive for his proceedings which will appear in the sequel. Having wintered on the banks of the Gyndes in a mild climate, where tents would have been quite a sufficient protection to his army, he put his troops in motion at the commencement of spring, crossed the Tigris apparently unopposed, and soon came in sight of the capital. Here he found the Babylonian army drawn out to meet him under the command of Nabonadius himself, who had resolved to try the chance of a battle. An engagement ensued, of which we possess no details; our informants simply tell us that the Babylonian monarch was completely defeated, and that, while most of his army sought safety within the walls of the capital, he himself with a small body of troops threw himself into Borsippa, an important town lying at a short distance from Babylon towards the south-west. It is not easy to see the exact object of this movement. Perhaps Nabonadius thought that the enemy would thereby be obliged to divide his army, which might then more easily be defeated; perhaps he imagined that by remaining without the walls he might be able to collect such a force among his subjects and allies as would compel the beleaguering army to withdraw. Or, possibly, he merely followed an instinct of self-preservation, and fearing that the soldiers of Cyrus might enter Babylon with his own, if he fled thither, sought refuge in another city.

It might have been supposed that his absence would have produced anarchy and confusion in the capital; but a step which he had recently taken with the object of giving stability to his throne rendered the preservation of order tolerably easy. At the earliest possible moment—probably when he was about fourteen—he had associated with him in the government his son, Belshazzar, or Bel-shar-uzur, the grandson of the great Nebuchadnezzar. This step, taken most likely with a view to none but internal dangers, was now found exceedingly convenient for the purposes of the war. In his father's absence Belshazzar took the direction of affairs within the city, and met and foiled for a considerable time all the assaults of the Persians. He was young and inexperienced, but he had the counsels of the queen-mother to guide and support him, as well as those of the various lords and officers of the court. So well did he manage the defence that after a while Cyrus despaired, and as a last resource ventured on a stratagem in which it was clear that he must either succeed or perish.

Withdrawing the greater part of his army from the vicinity of the city, and leaving behind him only certain corps of observation, Cyrus marched away up the course of the Euphrates for a certain distance, and there proceeded to make a vigorous use of the spade. His soldiers could now appreciate the value of the experience which they had gained by dispersing the Gyndes, and perceive that the summer and autumn of the preceding year had not been wasted. They dug a channel or channels from the Euphrates, by means of which a great portion of its water would be drawn off, and hoped in this way to render the natural course of the river fordable.

When all was prepared, Cyrus determined to wait for the arrival of a certain festival, during which the whole population were wont to engage in drinking and revelling, and then silently in the dead of night to turn the water of the river and make his attack. It fell out as he hoped and wished. The festival was held with even greater pomp and splendor than usual; for Belshazzar, with the natural insolence of youth, to mark his contempt of the besieging army, abandoned himself wholly to the delights of the season, and himself entertained a thousand lords in his palace. Elsewhere the rest of the population was occupied in feasting and dancing. Drunken riot and mad excitement held possession of the town; the siege was forgotten; ordinary precautions were neglected. Following the example of their king, the Babylonians gave themselves up for the night to orgies in which religious frenzy and drunken excess formed a strange and revolting medley.

Meanwhile, outside the city, in silence and darkness, the Persians watched at the two points where the Euphrates entered and left the walls. Anxiously they noted the gradual sinking of the water in the river-bed; still more anxiously they watched to see if those within the walls would observe the suspicious circumstance and sound an alarm through the town. Should such an alarm be given, all their labors would be lost. If, when they entered the river-bed, they found the river-walls manned and the river-gates fast-locked, they would be indeed "caught in a trap." Enfiladed on both sides by an enemy whom they could neither see nor reach, they would be overwhelmed and destroyed by his missiles before they could succeed in making their escape. But, as they watched, no sounds of alarm reached them—only a confused noise of revel and riot, which showed that the unhappy townsmen were quite unconscious of the approach of danger.

At last shadowy forms began to emerge from the obscurity of the deep river-bed, and on the landing-places opposite the river-gates scattered clusters of men grew into solid columns—the undefended gateways were seized—a war-shout was raised—the alarm was taken and spread—and swift runners started off to "show the King of Babylon that his city was taken at one end." In the darkness and confusion of the night a terrible massacre ensued. The drunken revellers could make no resistance. The king paralyzed with fear at the awful handwriting upon the wall, which too late had warned him of his peril, could do nothing even to check the progress of the assailants, who carried all before them everywhere. Bursting into the palace, a band of Persians made their way to the presence of the monarch, and slew him on the scene of his impious revelry. Other bands carried fire and sword through the town. When morning came, Cyrus found himself undisputed master of the city, which, if it had not despised his efforts, might with the greatest ease have baffled them.

The war, however, was not even yet at an end. Nabonadius still held Borsippa, and, if allowed to remain unmolested, might have gradually gathered strength and become once more a formidable foe. Cyrus, therefore, having first issued his orders that the outer fortifications of Babylon should be dismantled, proceeded to complete his conquest by laying siege to the town where he knew that Nabonadius had taken refuge. That monarch, however, perceiving that resistance would be vain, did not wait till Borsippa was invested, but on the approach of his enemy surrendered himself. Cyrus rewarded his submission by kind and liberal treatment. Not only did he spare his life, but (if we may trust Abydenus) he conferred on him the government of the important province of Carmania.” The seven great monarchies of the Ancient Eastern World, Volume IV, Chapter 8, by George Rawlinson.

 

 

3.)     Conociendo acerca del antitipo, o la caída de Babilonia:

Apoc. 16:10-16 El quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia;  y su reino se cubrió de tinieblas,  y mordían de dolor sus lenguas, y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras,  y no se arrepintieron de sus obras. El sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Eufrates;  y el agua de éste se secó,  para que estuviese preparado el camino a los reyes del oriente. Y vi salir de la boca del dragón,  y de la boca de la bestia,  y de la boca del falso profeta,  tres espíritus inmundos a manera de ranas; pues son espíritus de demonios,  que hacen señales,  y van a los reyes de la tierra en todo el mundo,  para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso. He aquí,  yo vengo como ladrón.  Bienaventurado el que vela,  y guarda sus ropas,  para que no ande desnudo,  y vean su vergüenza. Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.

Apoc. 17:15 Me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta,  son pueblos,  muchedumbres,  naciones y lenguas.

Apoc. 17:9-17 Esto, para la mente que tenga sabiduría: Las siete cabezas son siete montes,  sobre los cuales se sienta la mujer, y son siete reyes.  Cinco de ellos han caído;  uno es,  y el otro aún no ha venido;  y cuando venga,  es necesario que dure breve tiempo. La bestia que era,  y no es,  es también el octavo;  y es de entre los siete,  y va a la perdición. Y los diez cuernos que has visto,  son diez reyes,  que aún no han recibido reino;  pero por una hora recibirán autoridad como reyes juntamente con la bestia. Estos tienen un mismo propósito,  y entregarán su poder y su autoridad a la bestia. Pelearán contra el Cordero,  y el Cordero los vencerá,  porque él es Señor de señores y Rey de reyes;  y los que están con él son llamados y elegidos y fieles. Me dijo también: Las aguas que has visto donde la ramera se sienta,  son pueblos,  muchedumbres,  naciones y lenguas. Y los diez cuernos que viste en la bestia,  éstos aborrecerán a la ramera,  y la dejarán desolada y desnuda;  y devorarán sus carnes,  y la quemarán con fuego; porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él quiso: ponerse de acuerdo,  y dar su reino a la bestia,  hasta que se cumplan las palabras de Dios.

 

El conflicto de los siglos, capitulo 41, La liberación del pueblo de Dios – EGW

Comentarios personales insertados entre corchetes y cursiva.

“CUANDO los que honran la ley de Dios hayan sido privados de la protección de las leyes humanas, empezará en varios países un movimiento simultáneo para destruirlos. Conforme vaya acercándose el tiempo señalado en el decreto, el pueblo conspirará para extirpar la secta aborrecida. Se convendrá en dar una noche el golpe decisivo, que reducirá completamente al silencio la voz disidente y reprensora.

El pueblo de Dios -algunos en las celdas de las cárceles, otros escondidos en ignorados escondrijos de bosques y montañas- invocan aún la protección divina, mientras que por todas partes compañías de hombres armados, instigados por legiones de ángeles malos, se disponen a emprender la obra de muerte. Entonces, en la hora de supremo apuro, es cuando el Dios de Israel intervendrá para librar a sus escogidos. El Señor dice: "Vosotros tendréis canción, como en noche en que se celebra pascua; y alegría de corazón, como el que va . . . al monte de Jehová, al Fuerte de Israel. Y Jehová hará oír su voz potente, y hará ver el descender de su brazo, con furor de rostro, y llama de fuego consumidor; con dispersión, con avenida, y piedra de granizo." (Isaías 30: 29, 30.)

Multitudes de hombres perversos, profiriendo gritos de triunfo, burlas e imprecaciones, están a punto de arrojarse sobre su presa, cuando de pronto densas tinieblas, más sombrías que la obscuridad de la noche caen sobre la tierra. Luego un arco iris, que refleja la gloria del trono de Dios, se extiende de un lado a otro del cielo, y parece envolver a todos los grupos en oración. Las multitudes encolerizadas se sienten contenidas en el acto. Sus gritos de burla expiran en sus labios. Olvidan el objeto de su ira sanguinaria. Con terribles presentimientos 694 contemplan el símbolo de la alianza divina, y ansían ser amparadas de su deslumbradora claridad. 

Los hijos de Dios oyen una voz clara y melodiosa que dice: "Enderezaos," y, al levantar la vista al cielo, contemplan el arco de la promesa. Las nubes negras y amenazadoras que cubrían el firmamento se han desvanecido, y como Esteban, clavan la mirada en el cielo, y ven la gloria de Dios y al Hijo del hombre sentado en su trono. En su divina forma distinguen los rastros de su humillación, y oyen brotar de sus labios la oración dirigida a su Padre y a los santos ángeles: "Yo quiero que aquellos también que me has dado, estén conmigo en donde yo estoy." (S. Juan 17:24, V.M.) Luego se oye una voz armoniosa y triunfante, que dice: "¡Helos aquí! ¡Helos aquí! santos, inocentes e inmaculados. Guardaron la palabra de mi paciencia y andarán entre los ángeles;" y de los labios pálidos y trémulos de los que guardaron firmemente la fe, sube una aclamación de victoria.

Es a medianoche cuando Dios manifiesta su poder para librar a su pueblo. Sale el sol en todo su esplendor. Sucédense señales y prodigios con rapidez. Los malos miran la escena con terror y asombro, mientras los justos contemplan con gozo las señales de su liberación. La naturaleza entera parece trastornada. Los ríos dejan de correr. Nubes negras y pesadas se levantan y chocan unas con otras. En medio de los cielos conmovidos hay un claro de gloria indescriptible, de donde baja la voz de Dios semejante al ruido de muchas aguas, diciendo: "Hecho es." (Apocalipsis 16: 17.)

Esa misma voz sacude los cielos y la tierra. Síguese un gran terremoto, "cual no fue jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra." (Vers. 18.) El firmamento parece abrirse y cerrarse. La gloria del trono de Dios parece cruzar la atmósfera. Los montes son movidos como una caña al soplo del viento, y las rocas quebrantadas se esparcen por todos lados. Se oye un estruendo como de cercana tempestad. El mar es azotado con furor. Se oye el silbido del huracán, como voz 695 de demonios en misión de destrucción. Toda la tierra se alborota e hincha como las olas del mar. Su superficie se raja. Sus mismos fundamentos parecen ceder. Se hunden cordilleras. Desaparecen islas habitadas. Los puertos marítimos que se volvieron como Sodoma por su corrupción, son tragados por las enfurecidas olas. "La grande Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del furor de su ira." (Vers. 19.) Pedrisco grande, cada piedra, "como del peso de un talento" (vers. 21), hace su obra de destrucción. Las más soberbias ciudades de la tierra son arrasadas. Los palacios suntuosos en que los magnates han malgastado sus riquezas en provecho de su gloria personal, caen en ruinas ante su vista. Los muros de las cárceles se parten de arriba abajo, y son libertados los hijos de Dios que habían sido apresados por su fe.

Los sepulcros se abren y "muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua." (Daniel 12: 2.) Todos los que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel, salen glorificados de la tumba, para oír el pacto de paz que Dios hace con los que guardaron su ley. "Los que le traspasa ron" (Apocalipsis 1: 7), los que se mofaron y se rieron de la agonía de Cristo y los enemigos más acérrimos de su verdad y de su pueblo, son resucitados para mirarle en su gloria y para ver el honor con que serán recompensados los fieles y obedientes. [Resurrección especial, Daniel 1:1-2]

Densas nubes cubren aún el firmamento; sin embargo el sol se abre paso de vez en cuando, como si fuese el ojo vengador de Jehová. Fieros relámpagos rasgan el cielo con fragor, envolviendo a la tierra en claridad de llamaradas. Por encima del ruido aterrador de los truenos, se oyen voces misteriosas y terribles que anuncian la condenación de los impíos. No todos entienden las palabras pronunciadas; pero los falsos maestros las comprenden perfectamente. Los que poco antes eran tan temerarios, jactanciosos y provocativos, y que tanto se regocijaban 696 al ensañarse en el pueblo de Dios observador de sus mandamientos, se sienten presa de consternación y tiemblan de terror. Sus llantos dominan el ruido de los elementos. Los demonios confiesan la divinidad de Cristo y tiemblan ante su poder, mientras que los hombres claman por misericordia y se revuelcan en terror abyecto.

Al considerar el día de Dios en santa visión, los antiguos profetas exclamaron: "Aullad, porque cerca está el día de Jehová; vendrá como asolamiento del Todopoderoso." "Métete en la piedra, escóndete en el polvo, de la presencia espantosa de Jehová y del resplandor de su majestad. La altivez de los ojos del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y Jehová solo será ensalzado en aquel día. Porque día de Jehová de los ejércitos vendrá sobre todo soberbio y altivo, y sobre todo ensalzado; y será abatido." "Aquel día arrojará el hombre, a los topos y murciélagos, sus ídolos de plata y sus ídolos de oro, que le hicieron para que adorase; y se entrarán en las hendiduras de las rocas y en las cavernas de las peñas, por la presencia formidable de Jehová, y por el resplandor de su majestad, cuando se levantare para herir la tierra." (Isaías 13: 6; 2: 10-12; 2: 20, 21.)

Por un desgarrón de las nubes una estrella arroja rayos de luz cuyo brillo queda cuadruplicado por el contraste con la obscuridad. Significa esperanza y júbilo para los fieles, pero severidad para los transgresores de la ley de Dios. Los que todo lo sacrificaron por Cristo están entonces seguros, como escondidos en los pliegues del pabellón de Dios. Fueron probados, y ante el mundo y los despreciadores de la verdad demostraron su fidelidad a Aquel que murió por ellos. Un cambio maravilloso se ha realizado en aquellos que conservaron su integridad ante la misma muerte. Han sido librados como por ensalmo de la sombría y terrible tiranía de los hombres vueltos demonios. Sus semblantes, poco antes tan pálidos, tan llenos de ansiedad y tan macilentos, brillan ahora de admiración, fe y amor. Sus voces se elevan en canto triunfal: "Dios es nuestro 697 refugio y fortaleza; socorro muy bien experimentado en las angustias. Por tanto no temeremos aunque la tierra sea conmovida, y aunque las montañas se trasladen al centro de los mares; aunque bramen y se turben sus aguas, aunque tiemblen las montañas a causa de su bravura." (Salmo 46: 1-3, V.M.)

Mientras estas palabras de santa confianza se elevan hacia Dios, las nubes se retiran, y el cielo estrellado brilla con esplendor indescriptible en contraste con el firmamento negro y severo en ambos lados. La magnificencia de la ciudad celestial rebosa por las puertas entreabiertas. Entonces aparece en el cielo una mano que sostiene dos tablas de piedra puestas una sobre otra. El profeta dice: "Denunciarán los cielos su justicia; porque Dios es el juez." (Salmo 50: 6.) Esta ley santa, justicia de Dios, que entre truenos y llamas fue proclamada desde el Sinaí como guía de la vida, se revela ahora a los hombres como norma del juicio. La mano abre las tablas en las cuales se ven los preceptos del Decálogo inscritos como con letras de fuego. Las palabras son tan distintas que todos pueden leerlas. La memoria se despierta, las tinieblas de la superstición y de la herejía desaparecen de todos los espíritus, y las diez palabras de Dios, breves, inteligibles y llenas de autoridad, se presentan a la vista de todos los habitantes de la tierra. [Sexta plaga – Daniel 5:5-6]

Es imposible describir el horror y la desesperación de aquellos que pisotearon los santos preceptos de Dios. El Señor les había dado su ley con la cual hubieran podido comparar su carácter y ver sus defectos mientras que había aún oportunidad para arrepentirse y reformarse; pero con el afán de asegurarse el favor del mundo, pusieron a un lado los preceptos de la ley y enseñaron a otros a transgredirlos. Se empeñaron en obligar al pueblo de Dios a que profanase su sábado. Ahora los condena aquella misma ley que despreciaran. Ya echan de ver que no tienen disculpa. Eligieron a quién querían servir y adorar. "Entonces vosotros volveréis, y echaréis de ver la diferencia que hay entre el justo y el injusto; entre aquel que sirve a Dios, y aquel que no le sirve." (Malaquías 3: 18, V.M.) 698

Los enemigos de la ley de Dios, desde los ministros hasta el más insignificante entre ellos, adquieren un nuevo concepto de lo que es la verdad y el deber. Reconocen demasiado tarde que el día de reposo del cuarto mandamiento es el sello del Dios vivo. Ven demasiado tarde la verdadera naturaleza de su falso día de reposo y el fundamento arenoso sobre el cual construyeron. Se dan cuenta de que han estado luchando contra Dios. Los maestros de la religión condujeron las almas a la perdición mientras profesaban guiarlas hacia las puertas del paraíso. No se sabrá antes del día del juicio final cuán grande es la responsabilidad de los que desempeñan un cargo sagrado, y cuán terribles son los resultados de su infidelidad. Sólo en la eternidad podrá apreciarse debidamente la pérdida de una sola alma. Terrible será la suerte de aquel a quien Dios diga: Apártate, mal servidor.

Desde el cielo se oye la voz de Dios que proclama el día y la hora de la venida de Jesús, y promulga a su pueblo el pacto eterno. Sus palabras resuenan por la tierra como el estruendo de los más estrepitosos truenos. El Israel de Dios escucha con los ojos elevados al cielo. Sus semblantes se iluminan con la gloria divina y brillan cual brillara el rostro de Moisés cuando bajó del Sinaí. Los malos no los pueden mirar. Y cuando la bendición es pronunciada sobre los que honraron a Dios santificando su sábado, se oye un inmenso grito de victoria.

Pronto aparece en el este una pequeña nube negra, de un tamaño como la mitad de la palma de la mano. Es la nube que envuelve al Salvador y que a la distancia parece rodeada de obscuridad. El pueblo de Dios sabe que es la señal del Hijo del hombre. En silencio solemne la contemplan mientras va acercándose a la tierra, volviéndose más luminosa y más gloriosa hasta convertirse en una gran nube blanca, cuya base es como fuego consumidor, y sobre ella el arco iris del pacto. Jesús marcha al frente como un gran conquistador. Ya no es "varón de dolores," que haya de beber el amargo cáliz de la ignominia y de la maldición; victorioso en el cielo y en la tierra, viene a 699 juzgar a vivos y muertos. "Fiel y veraz," "en justicia juzga y hace guerra." "Y los ejércitos que están en el cielo le seguían." (Apocalipsis 19: 11, 14, V.M.) Con cantos celestiales los santos ángeles, en inmensa e Innumerable muchedumbre, le acompañan en el descenso. El firmamento parece lleno de formas radiantes,- "millones de millones, y millares de millares." Ninguna pluma humana puede describir la escena, ni mente mortal alguna es capaz de concebir su esplendor. "Su gloria cubre los cielos, y la tierra se llena de su alabanza. También su resplandor es como el fuego." (Habacuc 3: 3, 4, V.M.) A medida que va acercándose la nube viviente, todos los ojos ven al Príncipe de la vida. Ninguna corona de espinas hiere ya sus sagradas sienes, ceñidas ahora por gloriosa diadema. Su rostro brilla más que la luz deslumbradora del sol de mediodía. "Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores." (Apocalipsis 19: 16.)

Ante su presencia, "hanse tornado pálidos todos los rostros;" el terror de la desesperación eterna se apodera de los que han rechazado la misericordia de Dios. "Se deslíe el corazón, y se baten las rodillas, . . . y palidece el rostro de todos." (Jeremías 30: 6; Nahum 2: 10, V.M.) Los justos gritan temblando: "¿Quién podrá estar firme?" Termina el canto de los ángeles, y sigue un momento de silencio aterrador. Entonces se oye la voz de Jesús, que dice: "¡Bástaos mi gracia!" Los rostros de los justos se iluminan y el corazón de todos se llena de gozo. Y los ángeles entonan una melodía más elevada, y vuelven a cantar al acercarse aún más a la tierra.

El Rey de reyes desciende en la nube, envuelto en llamas de fuego. El cielo se recoge como un libro que se enrolla, la tierra tiembla ante su presencia, y todo monte y toda isla se mueven de sus lugares. "Vendrá nuestro Dios, y no callará: fuego consumirá delante de el, y en derredor suyo habrá tempestad grande. Convocará a los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo."   (Salmo 50: 3, 4.)

Y los reyes de la tierra y los príncipes, y los ricos, y los 700 capitanes, y los fuertes, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos de la cara de aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero: porque el gran día de su ira es venido; ¿y quién podrá estar firme?" (Apocalipsis 6: 15-17.)

Cesaron las burlas. Callan los labios mentirosos. El choque de las armas y el tumulto de la batalla, "con revolcamiento de vestidura en sangre" (Isaías 9: 5), han concluido. Sólo se oyen ahora voces de oración, llanto y lamentación. De las bocas que se mofaban poco antes, estalla el grito: "El gran día de su ira es venido; ¿y quién podrá estar firme?" Los impíos piden ser sepultados bajo las rocas de las montañas, antes que ver la cara de Aquel a quien han despreciado y rechazado.

Conocen esa voz que penetra hasta el oído de los muertos. ¡Cuántas veces sus tiernas y quejumbrosas modulaciones no los han llamado al arrepentimiento! ¡Cuántas veces no ha sido oída en las conmovedoras exhortaciones de un amigo, de un hermano, de un Redentor! Para los que rechazaron su gracia, ninguna otra podría estar tan llena de condenación ni tan cargada de acusaciones, como esta voz que tan a menudo exhortó con estas palabras: "Volveos, volveos de vuestros caminos malos, pues ¿por qué moriréis?" (Ezequiel 33: 11, V.M.) ¡Oh, si sólo fuera para ellos la voz de un extraño! Jesús dice: "Por cuanto llamé, y no quisisteis; extendí mi mano, y no hubo quien escuchase; antes desechasteis todo consejo mío, y mi reprensión no quisisteis." (Proverbios 1: 24, 25.) Esa voz despierta recuerdos que ellos quisieran borrar, de avisos despreciados, invitaciones rechazadas, privilegios desdeñados.

Allí están los que se mofaron de Cristo en su humillación. Con fuerza penetrante acuden a su mente las palabras del Varón de dolores, cuando, conjurado por el sumo sacerdote, declaró solemnemente: "Desde ahora habéis de ver al Hijo del hombre sentado a la diestra de la potencia de Dios, y que viene en las nubes del cielo." (S. Mateo 26: 64.) Ahora le ven en su 701 gloria, y deben verlo aún sentado a la diestra del poder divino.

Los que pusieron en ridículo su aserto de ser el Hijo de Dios enmudecen ahora. Allí está el altivo Herodes que se burló de su título real y mandó a los soldados escarnecedores que le coronaran. Allí están los hombres mismos que con manos impías pusieron sobre su cuerpo el manto de grana, sobre sus sagradas sienes la corona de espinas y en su dócil mano un cetro burlesco, y se inclinaron ante él con burlas de blasfemia. Los hombres que golpearon y escupieron al Príncipe de la vida, tratan de evitar ahora su mirada penetrante y de huir de la gloria abrumadora de su presencia. Los que atravesaron con clavos sus manos y sus pies, los soldados que le abrieron el costado, consideran esas señales con terror y remordimiento.

Los sacerdotes y los escribas recuerdan los acontecimientos del Calvario con claridad aterradora. Llenos de horror recuerdan cómo, moviendo sus cabezas con arrebato satánico, exclamaron: "A otros salvó, a sí mismo no puede salvar: si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere." (S. Mateo 27: 42, 43.)

Recuerdan a lo vivo la parábola de los labradores que se negaron a entregar a su señor los frutos de la viña, que maltrataron a sus siervos y mataron a su hijo. También recuerdan la sentencia que ellos mismos pronunciaron: "A los malos destruirá miserablemente" el señor de la viña. Los sacerdotes y escribas ven en el pecado y en el castigo de aquellos malos labradores su propia conducta y su propia y merecida suerte. Y entonces se levanta un grito de agonía mortal. Más fuerte que los gritos de "¡Sea crucificado! ¡Sea crucificado!" que resonaron por las calles de Jerusalén, estalla el clamor terrible y desesperado: "¡Es el Hijo de Dios! ¡Es el verdadero Mesías!" Tratan de huir de la presencia del Rey de reyes. En vano tratan de esconderse en las hondas cuevas de la tierra desgarrada por la conmoción de los elementos. 

En la vida de todos los que rechazan la verdad, hay momentos en que la conciencia se despierta, en que la memoria evoca 702 el recuerdo aterrador de una vida de hipocresía, y el alma se siente atormentada de vanos pesares. Mas ¿qué es eso comparado con el remordimiento que se experimentará aquel día "cuando viniere cual huracán vuestro espanto, y vuestra calamidad, como torbellino"? (Proverbios 1: 27, V.M.) Los que habrían querido matar a Cristo y a su pueblo fiel son ahora testigos de la gloria que descansa sobre ellos. En medio de su terror oyen las voces de los santos que exclaman en unánime júbilo: "¡He aquí éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos salvará!" ( Isaías 25: 9. )

Entre las oscilaciones de la tierra, las llamaradas de los relámpagos y el fragor de los truenos, el Hijo de Dios llama a la vida a los santos dormidos. Dirige una mirada a las tumbas de los justos, y levantando luego las manos al cielo, exclama: "¡Despertaos, despertaos, despertaos, los que dormís en el polvo, y levantaos!" [Resurreccion final] Por toda la superficie de la tierra, los muertos oirán esa voz; y los que la oigan vivirán. Y toda la tierra repercutirá bajo las pisadas de la multitud extraordinaria de todas las naciones, tribus, lenguas y pueblos. De la prisión de la muerte sale revestida de gloria inmortal gritando "¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (1 Corintios 15: 55.) Y los justos vivos unen sus voces a las de los santos resucitados en prolongada y alegre aclamación de victoria.

Todos salen de sus tumbas de igual estatura que cuando en ellas fueran depositados. Adán, que se encuentra entre la multitud resucitada, es de soberbia altura y formas majestuosas, de porte poco inferior al del Hijo de Dios. Presenta un contraste notable con los hombres de las generaciones posteriores; en este respecto se nota la gran degeneración de la raza humana. Pero todos se levantan con la lozanía y el vigor de eterna juventud. Al principio, el hombre fue creado a la semejanza de Dios, no sólo en carácter, sino también en lo que se refiere a la forma y a la fisonomía. El pecado borró e hizo desaparecer casi por completo la imagen divina; pero 703 Cristo vino a restaurar lo que se había malogrado. El transformará nuestros cuerpos viles y los hará semejantes a la imagen de su cuerpo glorioso. La forma mortal y corruptible, desprovista de gracia, manchada en otro tiempo por el pecado, se vuelve perfecta, hermosa e inmortal. Todas las imperfecciones y deformidades quedan en la tumba. Reintegrados en su derecho al árbol de la vida, en el desde tanto tiempo perdido Edén, los redimidos crecerán hasta alcanzar la estatura perfecta de la raza humana en su gloria primitiva. Las últimas señales de la maldición del pecado serán quitadas, y los fieles discípulos de Cristo aparecerán en "la hermosura de Jehová nuestro Dios," reflejando en espíritu, cuerpo y alma la imagen perfecta de su Señor. ¡Oh maravillosa redención, tan descrita y tan esperada, contemplada con anticipación febril, pero jamás enteramente comprendida! …”

 

El conflicto de los siglos, capitulo 42, La desolación de la tierra – EGW

"PORQUE sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades.... En el cáliz que ella os dio a beber, dadle a beber doblado. Cuanto ella se ha glorificado, y ha estado en deleites, tanto dadle de tormento y llanto; porque dice en su corazón: Yo estoy sentada reina, y no soy viuda, y no veré llanto. Por lo cual en un día vendrán sus plagas, muerte, llanto y hambre, y será quemada con fuego; porque el Señor Dios es fuerte, que la juzgará. Y llorarán y se lamentarán sobre ella los reyes de la tierra, los cuales han fornicado con ella . . . diciendo: ¡Ay, ay, de aquella gran ciudad de Babilonia, aquella fuerte ciudad; porque en una hora vino su juicio!"        ( Apocalipsis 18: 5-10.)

"Los mercaderes de la tierra" que "se han enriquecido de la potencia de sus deleites," "se pondrán lejos de ella por temor de su tormento, llorando y lamentando, y diciendo: ¡Ay, ay, aquella gran ciudad, que estaba vestida de lino fino, y de escarlata, y de grana, y estaba dorada con oro, y adornada de piedras preciosas y de perlas! Porque en una hora han sido desoladas tantas riquezas."(Apocalipsis 18: 3, 15-17.)

Tales son los juicios que caen sobre Babilonia en el día de la ira de Dios. La gran ciudad ha llenado la medida de su iniquidad; ha llegado su hora; está madura para la destrucción.

Cuando la voz de Dios ponga fin al cautiverio de su pueblo, será terrible el despertar para los que lo hayan perdido todo en la gran lucha de la vida. Mientras duraba el tiempo de gracia, los cegaban los engaños de Satanás y disculpaban su vida de pecado. Los ricos se enorgullecían de su superioridad con respecto a los menos favorecidos; pero habían logrado sus 712 riquezas violando la ley de Dios. Habían dejado de dar de comer a los hambrientos, de vestir a los desnudos, de obrar con justicia, y de amar la misericordia. Habían tratado de enaltecerse y de obtener el homenaje de sus semejantes. Ahora están despojados de cuanto los hacía grandes, y quedan desprovistos de todo y sin defensa. Ven con terror la destrucción de los ídolos que prefirieron a su Creador. Vendieron sus almas por las riquezas y los placeres terrenales, y no procuraron hacerse ricos en Dios. El resultado es que sus vidas terminan en fracaso; sus placeres se cambian ahora en amargura y sus tesoros en corrupción. La ganancia de una vida entera les es arrebatada en un momento. Los ricos lamentan la destrucción de sus soberbias casas, la dispersión de su oro y de su plata. Pero sus lamentos son sofocados por el temor de que ellos mismos van a perecer con sus ídolos.

Los impíos están llenos de pesar, no por su indiferencia pecaminosa para con Dios y sus semejantes, sino porque Dios haya vencido. Lamentan el resultado obtenido; pero no se arrepienten de su maldad. Si pudiesen hacerlo, no dejarían de probar cualquier medio para vencer.

El mundo ve a aquellos mismos de quienes se burló y a quienes deseó exterminar, pasar sanos y salvos por entre pestilencias, tempestades y terremotos. El que es un fuego consumidor para los transgresores de su ley, es un seguro pabellón para su pueblo.

El ministro que sacrificó la verdad para ganar el favor de los hombres, discierne ahora el carácter e influencia de sus enseñanzas. Es aparente que un ojo omnisciente le seguía cuando estaba en el púlpito, cuando andaba por las calles, cuando se mezclaba con los hombres en las diferentes escenas de la vida. Cada emoción del alma, cada línea escrita, cada palabra pronunciada, cada acción encaminada a hacer descansar a los hombres en una falsa seguridad, fue una siembra; y ahora, en las almas miserables y perdidas que le rodean, él contempla la cosecha. 713

El Señor dice: "Curan la llaga de mi pueblo livianamente, diciendo: ¡Paz! ¡paz! cuando no hay paz." "Habéis entristecido el corazón del justo con vuestras mentiras, a quien yo no he entristecido, y habéis robustecido las manos del inicuo, para que no se vuelva de su mal camino, a fin de que tenga vida." (Jeremías 8: 11; Ezequiel 13: 22, V.M.)

"¡Ay de los pastores que pierden y que dispersan las ovejas de mi dehesa! . . . He aquí que yo os castigaré por la maldad de vuestros hechos." "¡Aullad, oh pastores, y clamad; y revolcaos en ceniza, oh mayorales del rebaño! porque cumplidos son los días determinados para vuestro degüello; y os dispersaré, . . . y los pastores no tendrán adonde huir, ni los mayorales del rebaño adonde escapar." (Jeremías 23: 1, 2; 25: 34, 35, V.M.)

Los ministros y el pueblo ven que no sostuvieron la debida relación con Dios. Ven que se rebelaron contra el Autor de toda ley justa y recta. El rechazamiento de los preceptos divinos dio origen a miles de fuentes de mal, discordia, odio e iniquidad, hasta que la tierra se convirtió en un vasto campo de luchas, en un abismo de corrupción. Tal es el cuadro que se presenta ahora ante la vista de los que rechazaron la verdad y prefirieron el error. Ningún lenguaje puede expresar la vehemencia con que los desobedientes y desleales desean lo que perdieron para siempre: la vida eterna. Los hombres a quienes el mundo idolatró por sus talentos y elocuencia, ven ahora las cosas en su luz verdadera. Se dan cuenta de lo que perdieron por la transgresión, y caen a los pies de aquellos a quienes despreciaron y ridiculizaron a causa de su fidelidad, y confiesan que Dios los amaba.

Los hombres ven que fueron engañados. [Las aguas del rio desaparecen, son secadas. Babilonia pierde el apoyo de la gentes, multitudes, naciones y lenguas. Apocalipsis 17:15. Babilonia esta lista ahora para ser conquistada. Su caída prepara el camino para los Reyes del este. Apoc. 16:12; 17:16] Se acusan unos a otros de haberse arrastrado mutuamente a la destrucción; pero todos concuerdan para abrumar a los ministros con la más amarga condenación. Los pastores infieles profetizaron cosas lisonjeras; indujeron a sus oyentes a menospreciar la ley de Dios y a perseguir a los que querían santificarla. Ahora, en 714 su desesperación, estos maestros confiesan ante el mundo su obra de engaño. Las multitudes se llenan de furor. "¡Estamos perdidos! -exclaman- y vosotros sois causa de nuestra perdición;" y se vuelven contra los falsos pastores. Precisamente aquellos que más los admiraban en otros tiempos pronunciarán contra ellos las más terribles maldiciones. Las manos mismas que los coronaron con laureles se levantarán para aniquilarlos. Las espadas que debían servir para destruir al pueblo de Dios se emplean ahora para matar a sus enemigos. Por todas partes hay luchas y derramamiento de sangre.

"Alcanzará el estrépito hasta los fines de la tierra: porque Jehová tiene una contienda con las naciones: entra en juicio con toda carne: y en cuanto a los inicuos, los entregará a la espada." (Jeremías 25: 31, V.M.) El gran conflicto siguió su curso durante seis mil años; el Hijo de Dios y sus mensajeros celestiales lucharon contra el poder del maligno, para iluminar y salvar a los hijos de los hombres. Ahora todos han tomado su resolución; los impíos se han unido enteramente a Satanás en su guerra contra Dios. Ha llegado el momento en que Dios ha de vindicar la autoridad de su ley pisoteada. Ahora el conflicto no se desarrolla tan sólo contra Satanás, sino también contra los hombres. "Jehová tiene una contienda con las naciones;" "y en cuanto a los inicuos los entregará a la espada."

La marca de la redención ha sido puesta sobre los "que gimen y se angustian a causa de todas las abominaciones que se hacen." Ahora sale el ángel de la muerte representado en la visión de Ezequiel por los hombres armados con instrumentos de destrucción, y a quienes se les manda: "¡Al anciano, al joven, y a la doncella. y a los niños, y a las mujeres, matadlos, hasta exterminarlos! mas no os lleguéis a ninguno en quien esté la marca: ¡y comenzad desde mi santuario!" Dice el profeta: "Comenzaron pues por los ancianos que estaban delante de la Casa." (Ezequiel 9: 1-6, V.M.) La obra de destrucción empieza entre los que profesaron ser guardianes espirituales del pueblo. Los falsos centinelas caen los primeros. De nadie 715 se tendrá piedad y ninguno escapará. Hombres, mujeres, doncellas, y niños perecerán juntos.

"Jehová sale de su lugar para castigar a los habitantes de la tierra por su iniquidad; la tierra también descubrirá sus homicidios, y no encubrirá más sus muertos." (Isaías 26: 21, V.M.) "Y ésta será la plaga con que herirá Jehová a todos los pueblos que hayan peleado contra Jerusalem: Se les consumirán las carnes estando sobre sus pies, y los ojos se les consumirán en sus cuencas, y se les consumirá la lengua en su boca. Y sucederá en aquel día que habrá entre ellos una grande consternación procedente de Jehová, y trabará cada cual la mano de su prójimo; y la mano de éste se levantará contra la mano de su compañero." (Zacarías 14: 12, 13, V.M.) En la loca lucha de sus propias desenfrenadas pasiones y debido al terrible derramamiento de la ira de Dios sin mezcla de piedad, caen los impíos habitantes de la tierra: sacerdotes, gobernantes y el pueblo en general, ricos y pobres, grandes y pequeños. "Y los muertos por Jehová en aquel día estarán tendidos de cabo a cabo de la tierra; no serán llorados, ni recogidos, ni enterrados." (Jeremías 25: 33, V.M.)

A la venida de Cristo los impíos serán borrados de la superficie de la tierra, consumidos por el espíritu de su boca y destruídos por el resplandor de su gloria. Cristo lleva a su pueblo a la ciudad de Dios, y la tierra queda privada de sus habitantes. "He aquí que Jehová vaciará la tierra, y la dejará desierta, y cual vaso, la volverá boca abajo, y dispersará sus habitantes." "La tierra será enteramente vaciada y completamente saqueada; porque Jehová ha hablado esta palabra." "Porque traspasaron la ley, cambiaron el estatuto, y quebrantaron el pacto eterno. Por tanto la maldición ha devorado la tierra, y los que habitan en ella son culpables: por tanto son abrasados los habitantes de la tierra." (Isaías 24: 1, 3, 5, 6, V.M.)

 

Orden de los acontecimientos:

a.)     La protección de las leyes es retirada sobre aquellos que honran la ley de Dios.

b.)     La decisión es hecha de dar un golpe decisivo para eliminar el disenso. Una repetición de la noche de San Bartolomé.

c.)     El pueblo de Dios es rodeado, a punto de ser exterminados, cuando

d.)     Densas oscuridades cubren la tierra – la quinta plaga

e.)     Luego, un arcoíris es visto en el cielo. El arco iris pareciera que rodea a la compañía de santos que oran. Aquellos que querían exterminar al pueblo de Dios se olvidan de su presa.

f.)      Una voz se escucha, que dice “Enderezaos”. El pueblo de Dios, los 144.000, ve la gloria de Dios y al Hijo del Hombre.

g.)     Una voz encomienda la fidelidad del pueblo de Dios.

h.)     De repente el sol aparece. Señales y maravillas se suceden en rápida sucesión.

i.)       Resurrección especial. Aquellos que lo traspasaron y los más violentos opositores a su verdad y su pueblo son resucitados. También aquellos que murieron en la fe del mensaje del tercer ángel son resucitados. Son resucitados a fin de escuchar el pacto de paz que Dios hara con aquellos que guardar su ley. Todos ellos son testigos de la caída de Babilonia.

j.)       Luego de un tiempo, aparece una mano en el cielo, mostrando las dos tablas de piedra conteniendo los diez Mandamientos. La sexta plaga.

k.)     Los impíos ganan un nuevo entendimiento de la ley de Dios. Desesperación por todos lados.

l.)       Se escucha la voz de Dios, anunciando el día y la hora de la segunda venida de Cristo. Dios anuncia su pacto de paz con aquellos que guardaron su ley.

m.)   El rostro del pueblo de Dios resplandece como el de Moisés luego de haber estado con Dios.

n.)     Una bendición es pronunciada sobre aquellos que honraron a Dios manteniendo el sábado santo.

o.)     Un terrible despertar le ocurre a aquellos que perdieron todo en la lucha de esta vida.

p.)     Hombres caen a los pies de aquellos que fueron fieles a la ley de Dios, y confiesan que Dios los amaba.

q.)      La gente ve que ha sido engañada. Este es el secamiento del rio Eufrates. La gente se vuelca en contra de Babilonia. Babilonia es destruida en una hora. Los diez cuernos que recibieron poder por una hora odian a la ramera y la dejan desolada y la queman con fuego. Las armas preparadas para el pueblo de Dios se vuelven contra Babilonia. Los primeros en caer son los profesos ministros de Dios. En todos lados hay conflicto y derramamiento de sangre.

r.)      Pronto una pequeña oscura nube aparece en el este.

s.)     La nube viviente se acerca mas y mas.

t.)      Todos los ojos contemplan al Príncipe de vida.

u.)     El Rey de reyes desciendo sobre una nube envuelto en llama de fuego.

v.)     La voz del Hijo del hombre llama a los santos que duermen. Resurrección de los santos de todas las generaciones.

w.)   Los santos vivos y los resucitados unen sus voces en un largo grito de victoria.

 

 

Conclusión:

Que privilegio ser un siervo de Dios en estos días! Que Dios nos guie cada día de nuestras vidas, y podamos ser un viviente ejemplo de obediencia a su ley.